Cuando tenía 27 años, Estefanía (su nombre fue cambiado para proteger su identidad) tuvo una relación asimétrica de poder. En aquel entonces aceptó tener un noviazgo con su manager, un hombre mucho mayor que ella y a quien veía a diario en la oficina. Cuando terminó su romance, ella temía ser despedida, y al mismo tiempo quería renunciar: “me enamoré y sentía horrible tener que verlo o hablar con él”, contó.
La joven recordó que su jefe le insistió durante mucho tiempo para que fueran novios, estaba tras ella en todo momento, hasta que un día ella le dio una oportunidad. Su noviazgo duró cuatro meses y en ese lapso él le ayudó a conseguir un proyecto que le permitió tener más ingresos, también tomó algunos cursos que la empresa pagó, pero la situación se volvió tormentosa cuando la engañó con otras mujeres en la oficina.
“A todas les daba algo, les beneficiaba con algo laboral, el trabajo era su moneda de cambio. Yo dejé de hablarle –bajo el riesgo de que me despidiera, porque yo ni siquiera lo saludaba, estaba muy dolida–, y él me mandó a llamar. Prácticamente me obligó a tener que hablar con él para “arreglar” las cosas”, dijo ella.
Estefanía mirando ahora desde la distancia la relación considera que cometió un error al relacionarse con su jefe. “Aunque ya no estoy en esa empresa, esa relación es algo que hasta ahora sigo arrastrando y me sigue pesando. Me costó ser súper crucificada, de fácil no me bajaban”, comentó.
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¿Qué son las relaciones asimétricas de poder?
Las relaciones asimétricas de poder son aquellas donde un miembro tiene autoridad sobre otro, es decir, no se basan en la igualdad. Por ejemplo, la relación entre un maestro o maestra y un alumno o alumna, también la de un manager sobre una persona subalterna.
En su libro Género y Feminismo, la investigadora de la UNAM, Marcela Lagarde, explica que en las relaciones asimétricas de poder las personas generan procesos de dominación, a tal grado de dirigir la existencia de su pareja. “La dominación implica también arrogarse las capacidades de juicio, verdad y razón, así como las de acusar, castigar y, finalmente, conceder el perdón a quien está bajo dominio”, refiere Lagarde.
En su conferencia titulada ‘Desmontando el Mito del Amor Romántico’, la misma autora expone que existe una supremacía masculina en los sectores económico, laboral, educativo y social, en ese contexto no hay relaciones con igualdad, puesto que hay mujeres que expresan su amor con el cuidado, entrega, incluso sobrepasando sus límites con “la fantasía” que su pareja corresponda de igual forma, pero no pasa.
Noviazgo en el trabajo
Según una encuesta de la organización de recursos humanos Grupo Adecco México, el 37% de los mexicanos han tenido una relación amorosa en el trabajo. El 32% de los encuestados dijo que su noviazgo no ha afectado su ambiente laboral, pero no todo es miel sobre hojuelas, pues el 8% reconoció haber tenido algún problema.
Los problemas que pueden generar las relaciones asimétricas no solo son entre las partes, sino que puede comprometer a la empresa, porque hay más posibilidades de cometer un conflicto de interés al haber una falla en la objetividad. Quien pierde más ante un conflicto de interés y en una relación asimétrica en la mayoría de ocasiones son las mujeres, pues ellas concentran en general las posiciones de menos responsabilidad. Así, comprometen su capacitación, logros, éxito y crecimiento profesional. Aunque, por supuesto, puede ocurrir a la inversa.
La revista mexicana ‘Expansión’ publicó una serie de reportajes sobre las relaciones amorosas en el trabajo donde se expone que los hombres normalmente tiene poder de decisión, y ante ello se puede generar “contención autoimpuesta”. Por ejemplo, una mujer que no acepta un ascenso porque no se lo ofrecieron a su pareja o porque no quieren enfrentar una situación donde ella ganen más.
En los romances de oficina, el 27% de los hombres aceptaron ser más propensos a salir con alguien subalterno, frente al 18% de mujeres que aceptaron tener una aventura con alguien de un puesto subordinado, según un estudio de la plataforma enfocada en temas laborales Zety. El documento agrega que el 72% de las mujeres dijeron que salieron con su pareja laboral buscando una relación a largo plazo. Mientras que el 59% de los hombres también querían una relación seria.
Los datos de Zety advierten que es muy probable que los trabajadores terminen con el corazón roto, pues el 51% de las relaciones acaban en ruptura.
Ese fue el caso de Elizabeth, quien en 2015 salió con un subalterno cuando trabajaba en una dependencia gubernamental. A diario su compañero le llevaba detalles, como comida o flores. Ella dudaba en aceptar el noviazgo porque en su trabajo había una norma que impedía las relaciones entre los funcionarios. Finalmente aceptó salir con su colega, pero terminaron en cuestión de días.
Elizabeth comenzó a tener dificultades con su expareja. “A él no le pareció que termináramos. Estuvo haciendo berrinche, un día me persiguió hasta mi casa. En ese momento me di cuenta que la situación no iba para bien y podía empeorar, así que le puse un alto”, dijo en entrevista con Factorial.
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No puede ser motivo de despido
Siendo mayor de edad, en México nadie puede prohibir legalmente tener una relación amorosa, tampoco en el ámbito laboral. Un romance en el trabajo no es un motivo de rescisión de la relación de trabajo, que se establecen en el Artículo 47 de la Ley Federal de Trabajo.
Sin embargo, existen empresas que prohíben estas relaciones en políticas internas o en el código de conducta. Mientras que otras piden discreción. La encuesta de Grupo Adecco México detalla que el 70% de las empresas mexicanas tienen como política interna no establecer una relación sentimental entre los equipos. Pero la mayoría de personas encuestadas, el 61%, dijo desconocer si las relaciones amorosas estaban prohibidas en su compañía.
Algunas empresas, pendientes de esta situación y tratando de evitar la disminución de productividad y moral, han tenido que recurrir a “contratos de amor”. Según la plataforma de ética organizacional y de soluciones empresariales, AMITAI, existen los contratos de relación consensual, un convenio donde las partes estipulan que son conscientes de las políticas de acoso sexual y laboral.
De acuerdo con IMITAI, las empresas realizan este tipo de contratos para disminuir la cantidad litigios legales, sobre todo cuando en la relación amorosa una persona tiene un puesto mayor respecto a la otra. Además, con estos convenios, las compañías pretenden no tener favoritismo en caso que la relación no funcione o estén frente a una situación de acoso.
Algunos profesionales en Recursos Humanos desestiman este tipo de contratos, pues resultan invasivos, sumado a que la empresa no es policía ni juez, ni debe determinar la idoneidad de una relación. Y finalmente, no siempre funcionan, pues las relaciones asimétricas más conflictivas son las que se niegan a firmar una política interna de esta naturaleza.
Con estos contratos para el romance, las empresas buscan mejorar el clima laboral, pero a la vez muestran su desconfianza en las relaciones amorosas, y lo más preocupante: buscan lavarse las manos a la hora de los problemas. Tampoco se analiza si la relación era asimétrica de poder o si había problemas de violencia, infidelidad, entre otras cosas que, como acabamos de analizar, pueden formar parte de los noviazgos con mucha frecuencia.